lunes, 2 de febrero de 2015

Un cuaderno barato



Hubo un año, a finales de la secundaria, que me alucinaba el Gabo del colegio San Francisco y solía escribir escondido en un cuaderno de cien hojas (como el de la fotito) Los había regalado el gobierno de García pero mi madre, que nunca quiso parecerse a los pobres, nos lo dejaba como un cuaderno de borrador, y aunque suene contraproducente, si usábamos un borrador se rompían tres hojas de lo débiles que eran. No obstante, en esas hojas de pobres escribí muchas veces lo que sentía o lo que me daba la gana. Entre otras cosas: de la malcriada caderona que me gustaba, de la profesora piernona de religión que me turbaba el cerebro cuando, sentada en su pupitre, separaba sus piernas, y del profesor hijoeputa a quién llamábamos ñaja ñaja y que casi todas las clases deseaba verlo morir cagando en su baño.
Ese cuaderno barato que todos criticaban y que para mí era muy especial, me acompañó por varios años, lo apartaba de todos, lo cuidaba como un tesoro y lo escondía de mis hermanos que solían husmear mejor que los detectives de la PIP. Y hasta arranqué varias hojas por temor a que supieran que por esas épocas había conocido el chongo y fueran corriendo con el chisme. Conociendo a mi vieja de exagerada y laberintosa me hubiera sacado la mierda por dármela de cacherito.
Hoy, si me dan ganas de escribir algo, lo hago en mi compu… viejita, peleando con el teclado a dos dedos. Indagando lo no vivido pero imaginado. Me hubiera gustado conservar aquel cuadernito barato. Hoy sería una joya. Me haría recordar el pasado; pero no la cochinada de gobierno de García y sus colas inmensas para comprar esa leche horrorosa, sino aquellas épocas cuando se caminaba sin miedos por las calles de nuestro puerto y nadie disparaba a nadie; tendría muy cerca a los amigos muertos que desde esas líneas hubieran vuelto a decir algo. O tal vez leyéndolo hubiera deseado no haberlo hecho. No lo sé, a lo mejor confirmaría lo que siempre he sentido, que los únicos que vamos muriendo de a pocos con tanta violencia en las calles, y sin darnos cuenta, somos nosotros.

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