domingo, 27 de abril de 2014

Un hombre nacido para ser santo





No recuerdo cómo se llamaba ese colegio, en Castilla, cerca al Aereopuerto de Piura donde, con todo el grupo scouts 274 de Paita, pernoctamos esa víspera de su llegada. Nos cayeron las horas de la madrugada, imaginando el momento..., entre soñar con tocarlo y fantasear con que algún violento podría hacerle daño. Tenía 14 años y cuatro meses; y el jefe de tropa nos había aleccionado en cómo resguardar al papa. Éramos los "siempre listos" y hubiéramos dado nuestras vidas por ese hombre con todas las palabras que recibimos de nuestro superior. Fue un gran privilegio estar adelante en ese inmenso mar humano. Los militares nos habían ordenado que nos colocáramos de espaldas vigilando que los fieles católicos mantuvieran el orden, pero nuestro jefe de tropa estaba cerca de nosotros y, con esa mirada que dejaba dilucidar sus órdenes, nos mantenía vigilantes a un posible atentado en contra del pontífice. Eran tiempos de terrorismo y el hombre vivía con pasión esa "inmensa responsabilidad". Mi madre me había dicho que, si cabía la posibilidad, le tocara la sotana, pero el papa pasó en esa camioneta blindada y resguardado por enormes seres humanos que si chocaban con cualquiera de nosotros nos hubieran lanzado como trapos. Yo me sentí muy útil esa mañana "resguardando" a nuestro líder católico, pero no pude cumplir a cabalidad con tan abnegada obligación de un "siempre listos". Le había fallado a mi superior, pues, en el momento que pasó Juan Pablo II dejé de "resguardarlo", me volteé para observar su rostro ¡Qué hombre para más bello!¡Cuánta dulzura reflejaba!¿Es que alguien en nuestro país podría intentar hacerle daño cuando él sólo venía con un mensaje de paz y hermandad?
La vida nos coloca en lugares que marcan nuestra existencia y que fortalecen nuestras almas.
Aquel día mi corazón se llenó de felicidad. Sentí una energía inexplicable que no he sentido ante nada más en la tierra.
Ese hombre le dio mucha sensiblidad a mi corazón.
Ese hombre nació para inyectar esperanzas de paz a nuestros lugares.
Ese hombre nació santo

domingo, 20 de abril de 2014

22 de Abril


                                   

Recuerdo perfectamente ese día de Abril. Era Lunes por la mañana y a diferencia de “los de tierra” que llegan con pesadez a sus labores, nosotros, los del mar, aprovechábamos - por “el corte” de la mayoría de tripulantes - a consumirles  el mejor de los ceviches, recién preparado, directo de las mallas, cuando se cortaban las primeras presas mientras los pescados coleteaban con fuerza en sus últimos suspiros de vida. Llevábamos media fuente, era enorme e inacabable, brillaba la piel del cabrillón; y el lobo sacaba las dos botellas de tres litros “para bajarla”, de la buena, de la mellisera, de la que te la pone como burro, decían. Y uno a uno íbamos saboreando “el néctar de los incas” ¡Cuánto extraño esa vida! Pero de camaradería, porque ni loco para regresar a mojarme mis bolitas de agua salada. Ahora, lejos de esos sun sets tan impresionantes que no he vuelto a mirar desde tierra firme, admiro a mis ex compañeros mucho más. Gente valiente, aguerrida y de buen apetito, porque eso sí, en el mar, se hacen los mejores cocineros del mundo; a la fuerza, porque esa gente es exigente con el menú del día, sino, todo el esfuerzo del cocinero es lanzado a los ahogaditos que, según contaban los antiguos, son mucho más exigentes que los vivos. La cosa es que entró el motorista, con su plato separado en sus manos, porque - sino lo sabían - esos detallosos no se juntaban con la muchedumbre de cubierta, se creían más que los capitanes, “los dueños de las embarcaciones”, pero no hablaré de ellos, no vale la pena amargar el texto. Y me dio la noticia que no esperaba en ese momento, entre cebollas, trozos de cabrillones, jugo de limones y chicha de jora servida en jarro de loza: que mi señora (así me lo dijo) había parido otra mujercita. Casi me ahogo con la chicha de jora, sentí como si me hubieran conectado un cable eléctrico por el poto.
 ¡Buena chancletero!
 Estaba nervioso, quería correr hasta el hospital y abrazarla, pero a la vez sentía mucha ira por “mi señora” por no haberme esperado: Es que fue de un momento a otro, me dijo en la noche, como si cupieran las disculpas. Había llegado con las justas, agarrándose a la churre entre sus piernas, que ya “coronaba”, la bandida; y sin mucho dolor. Esa churre desde su nacimiento fue bullosa, gritaba como las sirenas de los bomberos para que la prendieran de la teta, entre dos nacimientos más en esa misma habitación, barones, calladitos, medio cojudones, y ella en medio, como una reina escoltada. Una de esas madres me miró y, la muy chistosa, a viva voz, haciendo un gesto asquiento, mirándome la cara, dijo: “gracias a Dios salió a su madre”. No le hice caso. Lo recuerdo perfectamente, era lunes 22 de abril, esas escenas no se olvidan, su llanto potente tampoco (“Hasta ahora jode con sus gritos la churre laberintosa”). Me querían sacar del hospital, pero les dije que era amigo del Dr. “Félix Churuco” y me dejaron... Estaba “envarado” y embobado, observando a mi segunda heredera, pidiéndole a Dios que guiara sus pasos, mientras le prometía que, pase lo que pase, jamás de su lado me alejaría.


¡Feliz “doce abriles” a mi amiga Grecia de Mercedes.



miércoles, 16 de abril de 2014







Un fin de semana para reflexionar


Cuando mi profesora “La Puelles” nos dictaba el curso de educación cívica, era como salir al recreo en esa hora de clase. “Un hueveo de padre y señor mío” como diría mi amigo brocha, pero nosotros esperábamos sus clases, que no era otra cosa que sentarse en su pupitre, qué pupitre ni nada, en su mesa, igual a la de nosotros, “En la San fran…”toda pintarrajeada con dibujos de pichulas grandes y peludas, y una que otra vagina “despitada” que, hasta ese momento, solo la conocíamos por las porno que veíamos en la casa de nuestro amigo “el serrano López”. Qué chato para pendenciero, llevarnos a su casa por las tardes de los viernes para escuchar los gritos fingidos de las actrices a todo pulmón. Y de cuando en cuando, la Puelles, se olvidaba y separaba sus piernas como queriendo ventilar sus interiores. Era feíta la profe…, pero cuando se está en veda hasta los batracios son dignos de una buena pesca, y nosotros nos acercábamos, haciéndole la patería, preguntándole si podía ser nuestra profesora de educación sexual, con miradas que desvisten y deseos nocivos que hacen reflejar la verdadera personalidad. Ella se reía y nos separaba estirando la mano, pero nosotros la rodeábamos en la mesa, señalándole las pichulas enormes que estaban dibujadas para, según nosotros, excitarla.
 ¡Qué barbaridad!¡Cochinos!¡Pónganse a estudiar en lugar de estar haciendo porquerías!
Y el mas “vivo” se arrodillaba primero, de uno en uno, hasta que me tocó el turno y los muy pendejos se abrieron dejándome a la vista de la Puelles. Ella cerró sus piernas con ligereza haciendo chocar sus rodillas cerca de mi cara, les juro, sentí su aroma como un soplido de quien ha comido una lata de atún. Hizo que me parase y me retirara del aula ¡Qué malcriado el Rumichi! pronunció amargada. ¡Te me largas, hasta la otra semana!¡Y no regreses hasta que no reflexiones bien lo que hiciste!

domingo, 6 de abril de 2014

Generación perdida






Cada vez que subo a un taxi colectivo siento como si hubiera asistido a una sesión frente a un psiquiatra loco. Qué manera de hablar, la de los taxistas, qué ganas de querer siempre tener la razón, como si imponer una idea te hiciera ganar algo en la vida. “Las ideas no se imponen, sólo se exponen”. El título de hoy fue: “El mal comportamiento de nuestros jóvenes, tan distante que el de nuestra época” Sí, ya sé que es muy largo y adefesiero el título, pero no se puede poner de otra forma. Ese título refleja el orgullo que sienten algunas personas de haber sido criados a punta de coscorrones y correazos, a diferencia con los jóvenes de esta época (gracias a los nuevos métodos de enseñanza que nos impone la psicología universal, que bien enseñados hacen que las personas sean buenas en la vida) Se hablaba de lo bueno de las “sanas palomilladas” y claro, lo de siempre, culpando a la tecnología de todo lo malo del universo. Todos los panelistas eran de mi generación, como casi todos los días, enorgulleciéndose de cómo habían sido criados. Pero como yo soy bien “cagafiestas”, antes que me bajara, les dejé una pregunta que, a juzgar por sus caras de mierda que me pusieron, sentí que mañana me van a agarrar en mancha:
¿Quiénes han criado a esta generación?
Creo que mañana caminaré a la fábrica como que hago ejercicio.