viernes, 6 de junio de 2014

El paseo Tradicional




El sueño de ella – Y creo que casi de todas las novias – Es salir de su casa en un auto hermoso el día de la ceremonia. Yo le dije que podíamos tomar una moto para ahorrarnos esos billetes, ya bastantes habíamos gastado para la fiesta, pero claro, era sólo una idea estúpida de tantas que se me ocurren a diario, pues, salí ese mismo día por la mañana a buscar un auto más o menos decente; algo que pareciera singular y no repetitivo, un modelo que realzara la belleza de mi novia. Yo quería un modelo antiguo, que no se viera viejo; similar al que usaba Al capone en sus mejores tiempos. Había visto en Piura, cerca al mercado central, un  Cadillac Town Sedan, igualito, y de color verde (como en las fotos de los gánster) que me transportó a las viejas películas de los setenta cuando se metían harta bala con la policía de Chicago; esas que veía con mis hermanos en mi televisor a tubos, enorme, y con dos puertas que ocultaban su pantalla curva para cuando lo apagábamos. Pero no era buena idea subirme al TUPPSA y viajar en busca de antigüedades el mismo día de mi matri…, así que busqué por varios paraderos de colectivos a ver si encontraba alguna rareza. Lo primero que vi fue el carro de mi pata “Brocha”, pero ese carrito era más feíto que una lata de leche oxidada. Seguí caminando y lo más excéntrico que hallé fue el  Ford Mercury azul marino del tío Ibárburu esperando pasajeros a Piura, y entonces pensé cambiar a Al Capone por Starsky, el amigo íntimo de Hutch; pero sentía que no era lo mismo, le faltaba la línea blanca, y tampoco era de color rojo; además, el tío Ibárburu me hubiera mandado a la mierda con las treinta lucas que cargaba en mi bolsillo para el arreglo. No me quedó otra que contratar un station wagon que formaba su cola para subir con pasajeros al tablazo. Escogí el último de la fila, suelen ser los más baratos. Pero primero, ni cojudo, le di una vuelta entera para ver si se veía bonito y no hiciera pasar vergüenza a mi futura esposa. Arreglamos. Y, después de la ceremonia, cuando salíamos de la iglesia con las bendiciones respectivas del curita Jorge de Dios, (quien, en el momento de los votos se cagó de risa cuando en lugar de “acepto”, escuchó que le dije a mi novia “sí juro”), debo confesar que me impresionó el carrito. Estaba diferente, bastante embellecido, con arreglos florales para que todos los sapos voltearan a mirar a los recién casados. Yo me subí con mi “esposa de estreno” para darnos las vueltas tradicionales por el malecón Jorge Chávez, que después se llamó malecón de la marina, y que ahora le llaman Malecón Grau, pero que posiblemente en unos años sea llamado como la mujer del alcalde de turno; y adelante, al costado del chofer que tenía cara de querer cobrarnos la carrera, se sentaron los dos churres que llevaron nuestros aros: Eran mis sobrinos mayores y desde esos tiempos ya eran un par de hijos de su madre que jodieron todo el tiempo que duró el paseo tradicional. Siempre me pregunto por qué los aros tienen que llevarlos los churres si han costado tan caros “En el bolsillo estarían más seguros”. La niña llorando para que la llevaran a ver a su madre, que la extrañaba mucho, decía, y el churre jodiendo que quería meterse un cague con urgencia, que ya mismo se le salía, decía. Pero no les hicimos caso, y minutos después no les quedó otra que reírse de ellos mismos. Ella le jalaba la corbata y él le ajaba el vestido. Mi mujer se reía de los churres laberintosos “Ojalá mis hijos sean normales” parecía decirse; y el chofer los miraba con cara de querer ahorcarlos;  pero yo más que otra cosa, deseaba estar en el carro de Al capone, y por unas décimas de segundos hasta busqué una ametralladora para ahuecarlos por antipáticos.

Después de varias vueltas por las dos únicas calles de Paita, y de esconderme para no decepcionar a un par de “tramposas” que no sabían que me había casado, llegamos al local donde la familia y la “tubería” sedienta esperaban el arribo de los novios. Bajamos. Los niños corrieron a abrazar a sus madres, y el chofer aceleró como gánster que huye de la policía. Yo le ofrecí mi brazo izquierdo a mi flamante esposa. Ella me apretó con fuerza y me regaló una sonrisa esperanzadora. Ya muchos años después entendí que esa fuerza con la que me sujetó, ese siete de Junio del noventaisiete, significaba que no iba a ser fácil pensar en una posible separación.

6 comentarios:

  1. Ya muchos años después entendí que esa fuerza con la que me sujetó, ese siete de Junio del noventaisiete, significaba que no iba a ser fácil pensar en una posible separación.................. Felicidades amigo que sean muchos años de felicidad! Raquel.

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  2. Feliz Aniversario! Tal vez lo tenga registrado en mi subconciente aquel día, pero que mejor que lo narres tú. Un abrazo tío no sabía que jodía tanto, aclaremos que el churre eras más cuaquer jajaja.

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    1. Sì, siempre fue un "niño especial", ¡Còmo jodìa!...jajaja

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  3. Jajaja, recuerdo ese día, sobre todo fue muy divertido verte formadito bailando "La Macarena", jajaja, Así como que de tanto baile, algunas fajas se reventaron, jajaja... Ya me estaba olvidando... ¡FELIZ ANIVERSARIO!!!!!!!!

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    1. Oe, chico, el baile de la macarena fue en las bodas del tìo "perico", pero vale, gracias por los saludos. Va un abrazo.

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