martes, 22 de octubre de 2013

PAITA




Paita es una ciudad del extremo noroeste del Perú, capital de la Provincia de Paita (Piura), encuentra ubicada a orillas del Océano Pacífico, a 57 km de la ciudad de Piura. Es el segundo puerto más importante del Perú, después de El Callao. Debido a su situación geográfica, tiene un clima cálido y húmedo durante todo el año, siendo su temperatura promedio anual de 25°C.
Paita fue fundada por los españoles el 30 de marzo de 1532 con el nombre de San Francisco de Paita de la Buena Esperanza por el conquistador Francisco Pizarro. Conserva el estilo colonial, sus viejas casonas e iglesias. El turismo es un importante renglón económico.

sábado, 19 de octubre de 2013




Cuando regresé a la notaría con las fotostáticas, los papeles habían pasado a otra mano y el precio había bajado a la mitad de lo acordado. Me quedé callado. No creo que haya cojudo alguno que reclame en contra de su beneficio. Y como yo soy bien pendejo, pagué y me retiré antes de que se diera cuenta, y además, porque la secretaria me dijo que regresara, que faltaban dos horas para que llegara el notario. Salí a caminar por las calles de Paita. Los comercios se abrían de uno en uno, y, de la iglesia San Francisco, emanaban cánticos de gloria. Me senté en la plaza de armas y por unos instantes pensé en comprar, con lo que me sobró de la notaría, un periódico para hacer juego con los desocupados y jubilados que llenaban las bancas. Cada vez que me siento en esas bancas, pienso en lo estúpido que fue ese alcalde huevón en cambiar la antigua plaza. Con ella se fueron interminables recuerdos de mi infancia, como si esa absurda demolición hubiera desconectado mis recuerdos de antaño. Después me levanté, caminé hacia el muelle fiscal, con ganas de saborear un cevichito con lo ahorrado en la notaría. Cuando pasaba a la altura de la oficina de mi prima, “la Dra corazón”(me encanta llamarla así). Estaba como no habida, y en su oficina, la cola era como la del pan de la mañana. Bueno, a veces los abogados también vagan.
-¿Mixto o de pescadito? – me dijo la gordita.
-De pescadito, pues gordita – le dije – El mixto es como el arroz a la cubana, para huevear al estómago
-¿Gaseosita?
-Ni que fuera loco – le dije – Dame una jarra de la pura, gordita, de la “mellisera”, como para matar el bicho que hace tiempo que no lo embarro. Estaba riquisisisisísimo, como siempre. Ese ceviche de los agachaditos es como un orgasmo al amanecer, ¿Y la chichita? Como el juguito de una buena concha. Marina, claro.
Cuando regresaba a la notaría a recoger los documentos, un viento milagroso me atrapó en el centro de la plaza de armas. Seguro que era eso, porque de lo contrario, no me explico cómo fue que en segundos estaba parado frente al altar de la iglesia san Francisco. Recién me doy cuenta que ha cambiado bastante el altar mayor. Parecía que estaba en una catedral. Y cuando pasó la señora que recogía las limosnas, le dejé, con algo de duda (lo confieso), el resto de lo que sobraba del vuelto de la notaría.
Segundos antes que el curita dijera “podéis ir en paz”, ya estaba bajando las escaleras de la entrada de la iglesia y cuando llegué a la notaría, la secretaria me dijo que se había equivocado y que le debía quince soles.
- ¡coño!.No quedaba otra. Se tendría que comer arroz a la cubana para huevear al estómago. No quedaba otra.