miércoles, 20 de agosto de 2014

Un regalo original



Martín, mi sobrino político, me pregunta qué sería bueno para regalarle a su novia. Yo le digo que un ramo de rosas, y que las arranque del jardín del vecino para que le salga barato; en realidad no sé qué tipo o color de rosas son las que se les regale a las novias, yo nunca regalé una, pues, eso siempre me ha parecido medio chapado a la antigua, por eso le digo que le regale algo que le sirva, algo para su realidad. Yo pienso que las rosas son para los platudos que tienen tiempo y ganas para el romanticismo; sino imagínense alguien que no tenga para la presa del día, y el marido llegue con un enorme ramo de rosas a decirle que la ama con todo el alma. “Fuera cojudo, mejor una docena de huevos para engañar a las ollas”.
¿Qué le regalabas a mi tía?, me dice. Casi nada, Martín, le digo, pero recuerdo que una vez le regalé un mero de más de quince kilos. ¿Un mero? No seas malo, tío, me dice. En serio, le digo, era enorme y negro: el mejor de los murique, y ella se lo llevó a su casa con la felicidad reflejada en su sonrisa, como si le hubiera dado la mas cara de las joyas. ¿Y de dónde saco un mero?, me pregunta. No seas huevón, le digo, eso era en mis tiempos, además, ese mero era para mi madre, que mi padre, que era el capitán, se lo había mandado para que fuera preparando una escabechada familiar, pero como yo necesitaba demostrar amor e ir calentando sus carnes se lo robé y se lo di a tu tía como muestra que la cosa iba en serio y que se preparara que después volvía por el vuelto; ahora es diferente, te costaría un ojo de la cara y hablando literalmente, mejor chapa tus rosas y hazte el romántico. Martín se queda pensando y mirando el jardín del vecino. Yo pienso: cómo sería en estos tiempos de escasez regalar algo que salga del mar. Ya me imagino si fuera marinero de pesca de esta época: con mi pota en el hombro entregándosela a mi novia, y ella caminando hacia su casa mismo estibador; con su “rosa marina” al hombro, embarrándose el culo con la tinta azulina, pero feliz de haber recibido un regalo de su amado, de su realidad.