miércoles, 11 de junio de 2014

Una historia cruel



Esta pequeña historia es cruel. Fue cruel. Existió y yo soy testigo de eso. Si alguien conoce a Jamberto se la cuenta: El ciego desenterrando el fiambre de Jamberto que había escondido en la arena, al costado de un arbusto que decidió crecer en la orilla de Colán. Todos los demás sacábamos el nuestro para degustarlo alrededor de la fogata. Estábamos con hambre porque la caminata había sido de más de cuatro horas, a paso ligero, como decía el jefe de tropa del 274. Pero Jamberto seguía buscando el suyo: en cada esquina de cada carpa, en cada mochila, en cada centímetro del campamento. Pero ni de suerte lo encontraría porque el ciego le había cambiado el taper por el suyo que ya se lo había comido en la caminata, y lo había enterrado lejos. Y se cansó, y se sentó, y miraba al horizonte, hacia las figuras que forma el cielo cuando parece estar cerca del mar. Cansado y hambriento. Y a pocos centímetros de él, el ciego disfrutando de su comida: Una carne con plátanos fritos acompañados con arrocito graneado. Yo sabía todo pero no me atrevía a denunciarlo porque el ciego era alto y a mí me daba algo de miedo enfrentarlo, además, si lo denunciaba pasaría por la oficina del cura, y eso era algo así como una corte marcial para cualquier boy scouts malcriado. Pero de tanto mirarlo creo que sintió algo de remordimiento. Y digo algo porque no le devolvió la comida sino que dejó que probara con la cuchara. Jamberto le agradeció. Amigos como tú hay pocos en el mundo, le dijo, y qué rico que cocina tu mami, ciego. Y fue entonces que el ciego sintió algo dentro de su corazón porque por algunos segundos quedó pensando en lo mal que se había comportado robándole el fiambre a su compañero. Se sentía mal, no podía con ese peso de su conciencia, tenía que hacer algo para no sentirse desgraciado, algo que le quitara ese sentimiento de adolescente malvado y le devolviera la inocencia de ser un palomilla cualquiera. Entonces actuó: Lo llamó y le ofreció otra cucharadita.

lunes, 9 de junio de 2014

Un baile. Una fotògrafa



Yo no soy de bailar mucho, menos de invitar a alguien a disfrutar de una pieza musical, tienen que invitarme casi obligándome, claro mi esposa porque no creo que haya otra loca que desee menear su cintura al lado de la mía, y menos en la primera pieza cuando todos quieren seguir bien planchaditos dentro de sus trajes bonitos.
Cuando bailo tengo que tener algunos tragos encima, digo algunos porque si tengo más que algunos me descontrolo y suelo alucinarme como Travolta en “Saturday Night Fever”, y eso, para los que no me han visto, no es baile sino un horrible espectáculo tratar de imitarlo. Pero tengo claro – Y esto lo digo con bastante satisfacción – que he sido bendecido para bailar más de quince veces la primera pieza (Si hacen su cuenta: las promociones de inicial, primaria, secundaria, matrimonios y quinceañeros)
En estos casos es casi imposible evadirlo, y tampoco quiero hacerlo. Son esos los momentos en que me acicalo todo el día para estar más o menos a la altura de las guapas de mi casa. Ellas me obligan a ponerme regio. Hasta donde se pueda, papi, me dicen. Vamos a ver qué se puede hacer, hijas, les digo, y les hago caso e intento ponerme lo más bonito que pueda para que no se les malogre la foto del recuerdo. Eso, por si no lo saben, en mi caso es más difícil que ganarse la tinka.
Y esa foto del recuerdo es tomada por un camarógrafo profesional, pero como esos pendejos cobran como si te dibujaran, sólo les decimos que hagan una toma, y es mi mujer la que saca todas las que pueda con nuestra cámara particular. Al comienzo la pobre mujer sufría mucho haciéndolo y yo feliz posando para ella, pero al rato ya me daba mucha pena que no sea ella la que se luciera en el baile; aunque les confieso: Esos son los momentos en que soy feliz siendo “chancletero” (Eso le pasa por no saber hacer hijos hombres) pero con el tiempo y la práctica ya no sufre mucho, ya le está agarrando cariño a su chamba, ya le está gustando ser mi fotógrafa personal. Se ha vuelto toda una experta en la fotografía mientras yo me voy especializando en bailar la primera pieza con mis hijas

viernes, 6 de junio de 2014

El paseo Tradicional




El sueño de ella – Y creo que casi de todas las novias – Es salir de su casa en un auto hermoso el día de la ceremonia. Yo le dije que podíamos tomar una moto para ahorrarnos esos billetes, ya bastantes habíamos gastado para la fiesta, pero claro, era sólo una idea estúpida de tantas que se me ocurren a diario, pues, salí ese mismo día por la mañana a buscar un auto más o menos decente; algo que pareciera singular y no repetitivo, un modelo que realzara la belleza de mi novia. Yo quería un modelo antiguo, que no se viera viejo; similar al que usaba Al capone en sus mejores tiempos. Había visto en Piura, cerca al mercado central, un  Cadillac Town Sedan, igualito, y de color verde (como en las fotos de los gánster) que me transportó a las viejas películas de los setenta cuando se metían harta bala con la policía de Chicago; esas que veía con mis hermanos en mi televisor a tubos, enorme, y con dos puertas que ocultaban su pantalla curva para cuando lo apagábamos. Pero no era buena idea subirme al TUPPSA y viajar en busca de antigüedades el mismo día de mi matri…, así que busqué por varios paraderos de colectivos a ver si encontraba alguna rareza. Lo primero que vi fue el carro de mi pata “Brocha”, pero ese carrito era más feíto que una lata de leche oxidada. Seguí caminando y lo más excéntrico que hallé fue el  Ford Mercury azul marino del tío Ibárburu esperando pasajeros a Piura, y entonces pensé cambiar a Al Capone por Starsky, el amigo íntimo de Hutch; pero sentía que no era lo mismo, le faltaba la línea blanca, y tampoco era de color rojo; además, el tío Ibárburu me hubiera mandado a la mierda con las treinta lucas que cargaba en mi bolsillo para el arreglo. No me quedó otra que contratar un station wagon que formaba su cola para subir con pasajeros al tablazo. Escogí el último de la fila, suelen ser los más baratos. Pero primero, ni cojudo, le di una vuelta entera para ver si se veía bonito y no hiciera pasar vergüenza a mi futura esposa. Arreglamos. Y, después de la ceremonia, cuando salíamos de la iglesia con las bendiciones respectivas del curita Jorge de Dios, (quien, en el momento de los votos se cagó de risa cuando en lugar de “acepto”, escuchó que le dije a mi novia “sí juro”), debo confesar que me impresionó el carrito. Estaba diferente, bastante embellecido, con arreglos florales para que todos los sapos voltearan a mirar a los recién casados. Yo me subí con mi “esposa de estreno” para darnos las vueltas tradicionales por el malecón Jorge Chávez, que después se llamó malecón de la marina, y que ahora le llaman Malecón Grau, pero que posiblemente en unos años sea llamado como la mujer del alcalde de turno; y adelante, al costado del chofer que tenía cara de querer cobrarnos la carrera, se sentaron los dos churres que llevaron nuestros aros: Eran mis sobrinos mayores y desde esos tiempos ya eran un par de hijos de su madre que jodieron todo el tiempo que duró el paseo tradicional. Siempre me pregunto por qué los aros tienen que llevarlos los churres si han costado tan caros “En el bolsillo estarían más seguros”. La niña llorando para que la llevaran a ver a su madre, que la extrañaba mucho, decía, y el churre jodiendo que quería meterse un cague con urgencia, que ya mismo se le salía, decía. Pero no les hicimos caso, y minutos después no les quedó otra que reírse de ellos mismos. Ella le jalaba la corbata y él le ajaba el vestido. Mi mujer se reía de los churres laberintosos “Ojalá mis hijos sean normales” parecía decirse; y el chofer los miraba con cara de querer ahorcarlos;  pero yo más que otra cosa, deseaba estar en el carro de Al capone, y por unas décimas de segundos hasta busqué una ametralladora para ahuecarlos por antipáticos.

Después de varias vueltas por las dos únicas calles de Paita, y de esconderme para no decepcionar a un par de “tramposas” que no sabían que me había casado, llegamos al local donde la familia y la “tubería” sedienta esperaban el arribo de los novios. Bajamos. Los niños corrieron a abrazar a sus madres, y el chofer aceleró como gánster que huye de la policía. Yo le ofrecí mi brazo izquierdo a mi flamante esposa. Ella me apretó con fuerza y me regaló una sonrisa esperanzadora. Ya muchos años después entendí que esa fuerza con la que me sujetó, ese siete de Junio del noventaisiete, significaba que no iba a ser fácil pensar en una posible separación.

martes, 20 de mayo de 2014

Tù tienes el control







Pareciera que los reportajes donde se ven a periodistas preguntando a las personas en las calles, y en las universidades, sobre personajes Peruanos y temas de actualidad, y en el cual, escuchamos desastrosas respuestas por parte de los entrevistados, se ha hecho "fenòmeno viral" por parte de los profesionales de la comunicaciòn.
Ya son muchos de estos reportajes; y es desastroso escuchar la mayorìa de las respuestas (donde se sabe màs de faràndula que de conocimientos acadèmicos) que, no solo es otra cosa que nuestra triste realidad (como la famosa prueba pisa ha demostrado)
Pero...-Y esto me lo pregunto yo - ¿No son ellos acaso que llenan, a estos mismos entrevistados, de faràndula y programas basura adictiva en sus emisoras? ¿No son ellos que, por amor al "bendito" rating, nos invaden con programaciones que no ayudan al caso?
Bueno, como me dijo una tìa mìa: Tù tienes el control...
Digo, ¿no?

sábado, 17 de mayo de 2014

¿Me gusta o no me gusta?

Seleccionar la manito con el pulgar levantado no necesariamente – pienso yo – quiere decir que te gusta la publicación de tu amigo. Hay varias maneras de descifrar ese “me gusta”. Puede ser que realmente concuerdes con la misma idea, no necesariamente con todo, pero como no hay otra manera de hacérselo saber, muchos la seleccionan y así se evitan algún comentario que les podría tomar mucho tiempo pensar lo que quieren comentar. También existe el “me gusta” adulón, (ese es el que menos me gusta) se lo ponen a la gente de éxito; o bonita, que muchas veces es lo mismo, ese que lo único que muestra es “Oye soy tu pata por si acaso”, aún cuando lo que se postea son puras huachafadas (como colocar una carita triste, o hacerse un selfie todo adefesiero). Siempre me he preguntado por qué poner me gusta en la carita triste, ¿Es que en verdad le gusta que la persona esté triste o deprimido, o apunto de ahorcarse?. En estos tiempos abundan los “me gusta” que buscan intereses particulares, y van en los post de los candidatos al sillón municipal. Estos últimos van cargados de ese mensajito subliminal: “Oe, una chambita, pe”. Si todos los me gusta de todas las publicaciones de todos los post habidos y por haber de las páginas de internet fueran acompañadas de un ¿por qué?, ¿Cuántos “me gusta” contáramos en nuestros estados? De hecho bajarían, y eso es algo que no nos conviene porque si vamos a colocar alguna idea o pendejada en estas páginas siempre queremos que alguien, sino todos, seleccionen la manito para estar más o menos satisfechos de que hemos sido escuchados. Yo sólo creo en uno de ellos y es muy sincero: El “me gusta” en las fotos de las calatas y los calatos; nunca fallan porque no hay normal en la web que no les guste la calatería ¿No?
Al final que levante la mano o ponga me gusta si es que alguna vez no colocó “me gusta” cuando en realidad no le gustaba.

jueves, 15 de mayo de 2014

Cuando estoy en Piura nunca deseo dejar esa ciudad. Me enamora cada vez que la visito, cosa que no me pasaba en mi juventud; y cuando me hallo en mi casa de Paita, en familia y oliendo sus aromas de playa, me sucede lo mismo. No me veo saliendo para siempre de este lugar.
Pienso que cada lugar tiene un encanto que te atrapa, y se puede ser feliz en cualquier parte del mundo.

miércoles, 7 de mayo de 2014

"ES EL DÍA DE LA MADRE Y NO DE LA POBREZA”

Si yo fuera candidato, o platudo, que en estos tiempos es casi lo mismo, les regalaría la mejor de las fiestas. En lugar de música deprimente y adefesiera que lo único que logra es hacerles recordar su pobreza diaria, contrataría el mejor de los DJ para que las haga saltar de alegría; o al más barato de ellos. Al final poner música en un equipo de sonido no es cosa de eruditos. Bailaría con ellas hasta el cansancio al son de los “Corazón serrano” o “agua marina”. También la música de Marisol, como para que regresen a sus casas a desahuevar a sus parejas. Y lo más importante, en lugar de entregarles canastas llenas de víveres que lo único que hacen es ahorrarle plata a sus maridos o hijos y hacerlas trabajar, les regalaría alguna blusa, o una loción, tal vez un par de aretes, o cualquier pequeñez que las haga verse mucho más hermosas; algo pequeño que les haga recordar que no han dejado de ser mujeres en medio de las necesidades. “QUE SIENTAN QUE ES EL DÍA DE LA MADRE Y NO DE LA POBREZA”