El sueño de ella
– Y creo que casi de todas las novias – Es salir de su casa en un auto hermoso
el día de la ceremonia. Yo le dije que podíamos tomar una moto para ahorrarnos
esos billetes, ya bastantes habíamos gastado para la fiesta, pero claro, era
sólo una idea estúpida de tantas que se me ocurren a diario, pues, salí ese
mismo día por la mañana a buscar un auto más o menos decente; algo que
pareciera singular y no repetitivo, un modelo que realzara la belleza de mi
novia. Yo quería un modelo antiguo, que no se viera viejo; similar al que usaba
Al capone en sus mejores tiempos. Había visto en Piura, cerca al mercado central,
un Cadillac Town
Sedan, igualito, y de color verde (como en las fotos de los gánster) que me
transportó a las viejas películas de los setenta cuando se metían harta bala
con la policía de Chicago; esas que veía con mis hermanos en mi televisor a tubos,
enorme, y con dos puertas que ocultaban su pantalla curva para cuando lo
apagábamos. Pero no era buena idea subirme al TUPPSA y viajar en busca de
antigüedades el mismo día de mi matri…, así que busqué por varios paraderos de
colectivos a ver si encontraba alguna rareza. Lo primero que vi fue el carro de
mi pata “Brocha”, pero ese carrito era más feíto que una lata de leche oxidada.
Seguí caminando y lo más excéntrico que hallé fue el Ford Mercury azul marino del tío Ibárburu
esperando pasajeros a Piura, y entonces pensé cambiar a Al Capone por Starsky,
el amigo íntimo de Hutch; pero sentía que no era lo mismo, le faltaba la línea
blanca, y tampoco era de color rojo; además, el tío Ibárburu me hubiera mandado
a la mierda con las treinta lucas que cargaba en mi bolsillo para el arreglo.
No me quedó otra que contratar un station wagon que formaba su cola para subir
con pasajeros al tablazo. Escogí el último de la fila, suelen ser los más baratos.
Pero primero, ni cojudo, le di una vuelta entera para ver si se veía bonito y
no hiciera pasar vergüenza a mi futura esposa. Arreglamos. Y, después de la
ceremonia, cuando salíamos de la iglesia con las bendiciones respectivas del
curita Jorge de Dios, (quien, en el momento de los votos se cagó de risa cuando
en lugar de “acepto”, escuchó que le dije a mi novia “sí juro”), debo confesar
que me impresionó el carrito. Estaba diferente, bastante embellecido, con
arreglos florales para que todos los sapos voltearan a mirar a los recién
casados. Yo me subí con mi “esposa de estreno” para darnos las vueltas
tradicionales por el malecón Jorge Chávez, que después se llamó malecón de la
marina, y que ahora le llaman Malecón Grau, pero que posiblemente en unos años
sea llamado como la mujer del alcalde de turno; y adelante, al costado del
chofer que tenía cara de querer cobrarnos la carrera, se sentaron los dos
churres que llevaron nuestros aros: Eran mis sobrinos mayores y desde esos
tiempos ya eran un par de hijos de su madre que jodieron todo el tiempo que
duró el paseo tradicional. Siempre me pregunto por qué los aros tienen que
llevarlos los churres si han costado tan caros “En el bolsillo estarían más
seguros”. La niña llorando para que la llevaran a ver a su madre, que la
extrañaba mucho, decía, y el churre jodiendo que quería meterse un cague con
urgencia, que ya mismo se le salía, decía. Pero no les hicimos caso, y minutos
después no les quedó otra que reírse de ellos mismos. Ella le jalaba la corbata
y él le ajaba el vestido. Mi mujer se reía de los churres laberintosos “Ojalá
mis hijos sean normales” parecía decirse; y el chofer los miraba con cara de
querer ahorcarlos; pero yo más que otra
cosa, deseaba estar en el carro de Al capone, y por unas décimas de segundos
hasta busqué una ametralladora para ahuecarlos por antipáticos.
Después de varias vueltas por las dos únicas calles
de Paita, y de esconderme para no decepcionar a un par de “tramposas” que no
sabían que me había casado, llegamos al local donde la familia y la “tubería”
sedienta esperaban el arribo de los novios. Bajamos. Los niños corrieron a
abrazar a sus madres, y el chofer aceleró como gánster que huye de la policía.
Yo le ofrecí mi brazo izquierdo a mi flamante esposa. Ella me apretó con fuerza
y me regaló una sonrisa esperanzadora. Ya muchos años después entendí que esa
fuerza con la que me sujetó, ese siete de Junio del noventaisiete, significaba
que no iba a ser fácil pensar en una posible separación.
Ya muchos años después entendí que esa fuerza con la que me sujetó, ese siete de Junio del noventaisiete, significaba que no iba a ser fácil pensar en una posible separación.................. Felicidades amigo que sean muchos años de felicidad! Raquel.
ResponderEliminarGracias Raquelita. Va un abrazo. (Y)
EliminarFeliz Aniversario! Tal vez lo tenga registrado en mi subconciente aquel día, pero que mejor que lo narres tú. Un abrazo tío no sabía que jodía tanto, aclaremos que el churre eras más cuaquer jajaja.
ResponderEliminarSì, siempre fue un "niño especial", ¡Còmo jodìa!...jajaja
EliminarJajaja, recuerdo ese día, sobre todo fue muy divertido verte formadito bailando "La Macarena", jajaja, Así como que de tanto baile, algunas fajas se reventaron, jajaja... Ya me estaba olvidando... ¡FELIZ ANIVERSARIO!!!!!!!!
ResponderEliminarOe, chico, el baile de la macarena fue en las bodas del tìo "perico", pero vale, gracias por los saludos. Va un abrazo.
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