viernes, 13 de junio de 2014



Un campeonato mundial de futbol más en mi vida. No sé si alguien sienta algo por la llegada del mundial que no sea otra cosa que estar dentro de esa corriente comercial a donde nos llevan las televisoras. En mi caso es una mezcla de entusiasmo y nostalgia. Entusiasmo porque he vivido casi toda mi vida inmerso en el deporte, y de alguna manera cada vez que absorbo esas sensaciones que sólo me pueden dar las competencias regreso a esos tiempos de dicha y también de frustraciones que he vivido mientras crecía como deportista. Y nostalgia porque de alguna manera se recuerdan años que no volverán y que quisiéramos sacar como sea de nuestras memoria, como el mundial del 78, pero no los partidos, sino los gritos que se daban en mi casa mirando en blanco y negro a nuestra selección, pues yo tenía 7 años y más que alguna jugada de Kempes o de Cubillas, se me vienen a la mente imágenes de cómo se movía la antena para que no fallara la recepción en el enorme televisor a tubos. En esa época (dichosos nuestros padres) se podía gritar con alma corazón y vida, sintiendo los latidos de sus corazones con sabor a comida criolla y colores que no fueran otros que el rojo y blanco de nuestra bandera. Hoy muchos somos Alemanes y otros Argentinos. También hay los Españoles, y no es porque quieran homenajear a nuestros conquistadores sino que la moda es ser del Barcelona o del Madrid. No faltan los Italianos, por herencia y otros por alucinados. Pero casi nadie quiere ser Chileno ni ecuatoriano, al parecer ni los mundiales nos hacen olvidar las desastrosas guerras. Yo he decidido convertirme en Brasileño, y no es que sepa bailar la samba ni que quiera levantarme una garotiña. Bueno, si lo segundo fuera posible me la levantaría, pero como este texto no tiene nada de pornográfico mejor lo dejo así. Pero el que recuerdo con mayor emoción es el de España 82, ya tenía 11 años, pero tampoco me sentaba a ver los partidos sino a esperar que volvieran a mandar a comprar cervezas para agarrarme los vueltos; en la casa de mi abuelo, en la punta, cuando las jugadas de Cubillas ya se podían ver a colores. Las pocas jugadas digo, porque el negro ya estaba viejo y sólo entraba en el segundo tiempo. En ese año yo ya no quería ser como él porque ahora me alucinaba Uribe; y nunca Oblitas, porque siempre le he visto cara de mariconcito, y además,  era ciego, y eso era como tener competencia. Hoy la cosa ha cambiado, y bastante, porque ya no podemos mirar las competencias sintiendo que el alma se nos sale por la boca de la emoción, tampoco nos reuniremos en familia a gritar las jugadas con nuestros hijos. Admítanlo, eso no pasa cuando nuestro equipo no participa. Sólo nos queda adoptar una selección, o que alguna de ellas nos adopte con sus jugadas. Ya lo dije, seré Brasilero por un mes, cambiaré la marinera por la samba, y esperaré que Neymar triunfe, pero eso sí, ya han pasado muchos años como para querer ser como él

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