miércoles, 16 de abril de 2014







Un fin de semana para reflexionar


Cuando mi profesora “La Puelles” nos dictaba el curso de educación cívica, era como salir al recreo en esa hora de clase. “Un hueveo de padre y señor mío” como diría mi amigo brocha, pero nosotros esperábamos sus clases, que no era otra cosa que sentarse en su pupitre, qué pupitre ni nada, en su mesa, igual a la de nosotros, “En la San fran…”toda pintarrajeada con dibujos de pichulas grandes y peludas, y una que otra vagina “despitada” que, hasta ese momento, solo la conocíamos por las porno que veíamos en la casa de nuestro amigo “el serrano López”. Qué chato para pendenciero, llevarnos a su casa por las tardes de los viernes para escuchar los gritos fingidos de las actrices a todo pulmón. Y de cuando en cuando, la Puelles, se olvidaba y separaba sus piernas como queriendo ventilar sus interiores. Era feíta la profe…, pero cuando se está en veda hasta los batracios son dignos de una buena pesca, y nosotros nos acercábamos, haciéndole la patería, preguntándole si podía ser nuestra profesora de educación sexual, con miradas que desvisten y deseos nocivos que hacen reflejar la verdadera personalidad. Ella se reía y nos separaba estirando la mano, pero nosotros la rodeábamos en la mesa, señalándole las pichulas enormes que estaban dibujadas para, según nosotros, excitarla.
 ¡Qué barbaridad!¡Cochinos!¡Pónganse a estudiar en lugar de estar haciendo porquerías!
Y el mas “vivo” se arrodillaba primero, de uno en uno, hasta que me tocó el turno y los muy pendejos se abrieron dejándome a la vista de la Puelles. Ella cerró sus piernas con ligereza haciendo chocar sus rodillas cerca de mi cara, les juro, sentí su aroma como un soplido de quien ha comido una lata de atún. Hizo que me parase y me retirara del aula ¡Qué malcriado el Rumichi! pronunció amargada. ¡Te me largas, hasta la otra semana!¡Y no regreses hasta que no reflexiones bien lo que hiciste!

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