lunes, 18 de noviembre de 2013



Salgo de la óptica y camino por las calles. Es diferente, con mucha seguridad, como un modelo en la pasarela. Miro a todos lados, el sol quema pero no brilla como antes de que entrara, como si la calle fuera diferente, como si se hubiera puesto traje de fiesta. Saludo a una mujer, no recuerdo haberla conocido, ella me mira y yo alcanzo a ver su mirada, tiene los iris “amarronados” . Dicen que a través de los ojos se puede ver el alma de las personas pero yo solo veo una diminuta legaña seca que se asoma en el izquierdo. Cambio la mirada hacia la otra acera, les hago una venia que heredé de mi papabuelo, ellos me contestan la cortesía, no sé quiénes serán, pero me he acostumbrado a saludar a todo el que me mire más de dos segundos, y además, estoy aprovechando mis anteojos nuevos fotogrey que he acabo de comprar.
Llego al malecón y la bahía está iluminada. La corriente ha limpiado la nostalgia de los hombres de mar, esa que llega cuando parte la pota. Observo a una turista, lleva una mochila gigante y su poto es inmenso, como el enorme barco atracado en el terminal portuario. Esta vez puedo leer su nombre con nitidez aunque no entiendo qué carajo dice: Es oriental y no quiero perder el tiempo escribiendo esa huevada. Regreso a ver a la potona, ahora está a una buena distancia; y una vez mas verifico que mis nuevos anteojos han quedado de la putamare. A partir de ahora podré reconocer a mis amigas desde lejos y de espaldas, como antaño cuando las reconocía por sus culos, no es que sea morboso, pero cuando uno es corto de vista tiene que agarrarse de cualquier marca para reconocer a las amistades. Sigo caminando, y, como la emoción no acaba, leo todos los carteles habidos y por haber; también el de tiendas EFE, bueno, ese lo ven hasta los ciegos, es grande del porte de la pared y me hace recordar que estoy debiendo una letra de mi plasma “a mala hora veo esa huevada”, pienso y acelero el paso antes de que me persiga la deuda. En ese momento, me cruzo con mi amigo de facebook, Justo Juarez, se ve mucho mas joven que en fotografías y, como suele pasar con la mayoría de mis amigos de esta página “ni chicha ni limonada”, nunca me saludan, o quizás ni sepa que existo, o de repente no sabe que he pensado seriamente en darle el voto. Igual, con el mío, no creo que gane a menos que sea un desempate.
Después de varios minutos y de haber visto hasta las hormigas apareándose en la vía pública, llego a mi casa y veo desde lejos un sticker pegado en la lata del medidor de Enosa, mi mujer me mira con una carasa, mis hijas como si me odiaran, lo veo clarito, todo se ve: me olvidé de pagar el recibo de luz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario