Pienso que cada cierto tiempo un hombre necesita
confesarse, pero esta confesión debe ser algo supremo, salvaje, y hasta ignoto.
Oscar Wilde dice: “En este mundo solo hay dos tragedias: una, el no conseguir
lo que se desea y la otra conseguirlo”. Esto es por lo que diariamente
atravesamos todos los seres humanos; y la vida, a veces (o mejor dicho,
siempre) es sinuosa. ¿Cómo descubrir que los sueños son un pedazo de ausencia?
No tengo la más mínima idea. Pero tal vez, nuestro amigo Marcelino aliaga si la
tenga. Y si no la tiene, la buscamos entre sus amigos y su propia muerte.
Ricardo Espinoza nos ofrece una historia
dentro de otras historias: desolación, Esperanza, amor, redención. La pasión
por el baloncesto, la amistad como símbolo de eternidad, un viaje a Trujillo
para comenzar a encontrarse, un amor platónico deseando a gritos llegar a
tierra. Este avatar, entre otros, es lo que nos presenta “El príncipe del rectángulo”.
Cada
personaje tiene su voz, y lo mejor de todo, es que cada uno es escuchado. Nos
estremecen, nos callan, nos matan, y por
qué no, nos devuelven la existencia. Esta es también la historia de un puerto
al norte del Perú: Paita. Un jovencito al que los cambios continuos y
desastrosos del primer gobierno de Alan García, le pasaría factura, como se dice.
El
acercamiento de la literatura como medio de consuelo, de evasión, nos muestra
un cambio radical de pensamiento y actitudes.
El
recuerdo siempre vivirá en el resplandor del alma, porque son en esos momentos
de introspección en el que uno se da cuenta del vacío y la grandeza de nuestros
pasos. Y nos viene una necesidad terrible de ser unos malditos soñadores,
sobrepasar la locura y desafiar al tiempo en un intento desesperado de justicia.
¿Cómo
enfrentarse a uno mismo? ¿De qué manera moldeamos el destino y nuestras almas?
¿El pobre tiene derecho a volar? Tantas interrogantes nos hacemos, y solo damos
respuestas, pero no soluciones. De seguro nos gusta filosofar. Pero Ricardo va
más allá de todo ese ambiente, rompe el espacio e incendia un corazón, es
decir, su corazón.
Ya nos
había dado muestra de su calidad en su primera novela “entre el cielo y el mar”, pero esta última, a mi parecer, es un
giro tremenda en su narrativa.
No toda
la trama se basa en un solo personaje, más bien en varios, y esos mismos
sucesos los complementa en la perfección en el último capítulo. Sutileza,
sabiduría, imágenes tocadas de poesía. Una novela seductora e imperdible.
Esta vez el escritor paiteño se ha
lucido de principio a fin y ha encestado
bien, porque sin lugar a dudas, él es el príncipe sin zapatos que se atrevió a
desnudarse. Nos ha alcanzado su canto y su memoria.
Que
siga el juego. Que sigan los sueños y la escritura.
Piura, Agosto del 2015
Gian Pierre Codarlupo
Universidad Nacional de Piura
Facultad de educación